En Asia del Norte y Central la población predica el Islam clásico.

Tal era el escenario y la situación en la Península Arábiga a principios del siglo VII, cuando entró en escena
Mahoma (Muhammad, محمد ) y en el año
610
empezó a predicar una religión nueva y monoteísta: el islam. Los árabes
eran escépticos y positivistas y al principio se burlaron de él y hasta
le persiguieron. Pero con energía y constancia más la fuerza de las
armas con que intervinieron sus partidarios, Mahoma impuso su doctrina y
su poder. Los árabes se dejaron arrastrar al principio sobre todo, más
que por la religión, por su espíritu guerrero y conquistador, cualidades
éstas que supieron desarrollar igualmente sus sucesores.Uno de los mayores aciertos de los árabes para conseguir tan vasta
conquista y expansión, fue su aplicación del régimen administrativo y
fiscal, que siguió siendo el mismo que ya tenían los pueblos invadidos; no cambiaron nada y así tuvieron a la mayoría de los
aristócratas
locales como colaboradores. Además aplicaron un sistema de impuestos
que sustituyó la antigua costumbre del botín de guerra, consiguiendo así
menos odios y más adeptos a su causa. En estas primeras conquistas no
hubo mucha presión para imponer el islam, de manera que no hubo muchos
conversos.
En los años
909 y
929 se rompió por primera vez la unidad califal en el islam. En el 909 tiene lugar el movimiento fatimí en el
Magreb, iniciado por el enviado o
mahdi Udayd Allah, que tomó además el título de califa; en el 929 es
Abderramán, en
al-Ándalus quien también toma el título de califa.
Los soldados turcos crean en el
935
el título de amir-al-umara (comandante de comandantes), que representa
el verdadero poder político y que es asumido por el jefe de dichos
soldados. En el
1055 Bagdad es capturada por los turcos
selyúcidas, que eran seguidores suníes. Finalmente, en el año
1258, terminó la línea de los califas abasidas y su influencia en el islam suní, que ya no necesitaba de ellos.
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